miércoles, 8 de diciembre de 2010

De las ganas de escribir sin pluma


Siempre he tenido cierto apego a los objetos físicos y espero que no me malentiendan, no me considero para nada un individuo materialista. Uno de los ejemplos de mi “pseudo-síndrome de Diogenes” es la obscena cantidad de cuadernos que atesoro desde aproximadamente los quince años. Me resulta imposible desprenderme de ese rosario de papel y palabras, tan solo palabras, que dejé narrando mis primeras verdades, victorias y batallas. Mis primeras ganas de ganar y sus consecutivas primerizas derrotas. Es en cada uno de esos versos inexpertos donde reside aquel que hace años fui pero que hoy me resulta tan extraño, tan lejano, tan completo.  Por todo ello y alguna que otra cosa más no es el valor material, sino afectivo,  lo que me mueve a no tirar casi nada. Tampoco he podido tirara a la basura las fotos. Ni el cuadro que recuerda lo innombrable. El caso es que hoy me he parado a pensar en mi recurrente costumbre de darle un valor sentimental o una futura utilidad a cualquier objeto inanimado  mientras luchaba con mi ordenador portátil. 
Mi pobre portátil que ha sido testigo de innumerables noches de insomnio. El mismo que ha transcrito poemas de los que hoy puedo avergonzarme pero jamás negare. Con su inquietante y desesperante inoperancia, su Windows vista, su reglamentario minuto para abrir una carpeta cualquiera, con sus reiterantes pitidos anunciando el estertor final, sus cosas. Los restos de tabaco y sustancias aun por determinar  bajo sus teclas me obligan a aporrearlas, especialmente la letra h y la barra de espacio. Desespera a mis amigos y visitas pero viste de música mi casa. Me deja tirado en los momentos más indeseables pero me brinda algo de entretenimiento eventual con películas, libros y más de un descubrimiento musical. No sé, me niego a desprenderme de él. Incluso he pensado en comprar otro que me preste algo más de celeridad y me ahorre algo de tiempo pero acto seguido caigo en la cuenta que inevitablemente acabaré dejando de usarlo y aunque parezca absurdo, e incluso masoquista, me gusta mi ordenador. Me encanta que sea todoterreno, poder cogerlo de cualquier manera, arriesgarme a rodearlo de vasos continentes de líquidos cada cual más corrosivo y pringoso que el anterior. Pasa por un mal momento y no se merece ser licenciado con deshonores. Por todo ello voy a escribir un poco más sobre este Word impertinente que guarda lo que quiere. Voy a escuchar ese disco que descubrí hace un par de días. Voy a curiosear la vida de aquellos a los que, si viera por la calle, seguramente no saludaría. En conclusión, mis cosas son mías, mi tiempo es mío. Ahora solo tengo que saber como emplearlo. El corte inglés, a inicios de Noviembre, ya ha anunciado taxativamente que es navidad, al menos para ellos. Tengo que bajar a comprar tabaco. Puede que los reyes magos traigan un nuevo ordenador, todo depende de mis impulsos de aquí a un par de meses sin embargo creo que mi ordenador portátil actual podría ser una máquina de escribir perfecta, de lujo, clásica e innovadora. Una máquina de escribir con clase, adaptada al futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario