domingo, 5 de diciembre de 2010

De desconocidos y madrugadas


Él intenta abrir la puerta con una torpeza indescriptible. La luz del portal, obedeciendo a su acostumbrada puntualidad, podría decirse que británica, lo abandona en medio de la ltitanica batalla con la cerradura. Él suspira y en el trayecto titubeante de su mano derecha hacia el interruptor lo detiene otra mano, que no su mano izquierda, con dulzura. Ni un sonido, ni una palabra. Tan solo silencio. Ella, tan ebria como Él, le invita a probar la hazaña a oscuras. Mitad nervioso, ya que por primera vez en meses no vuelve solo a casa, mitad aterrado se dispone a salvar la barrera física que supone la puerta de casa. Ella aguarda en silencio, mirando las deportivas de Él, apoyada junto al quicio de la puerta, como si lo hubiera hecho miles de veces, aunque él no pueda verlo porque la oscuridad lo envuelve todo. Tras seis minutos que para Él fueron seis años la puerta cede a sus súplicas. “Una frontera menos”, piensa Él. Aun no sabemos lo que piensa Ella.

Él sirve una copa. Ella acaricia con los ojos los estantes repletos de libros y fotografías. Él, agobiado, se interroga sobre cuál será el primer libro sobre el que le pregunte. Ella no pregunta sobre ninguno; sin embargo sonríe en tramos determinados de su caminar visual por la librería. Más bien era una estantería pero a Él le gustaba llamarlo así. Librería. Ella acepta su copa y lo toma de la mano. Lo besa suavemente en el punto exacto donde comienzan los labios.

-          -Cuéntame algo de ti- dice Ella.
-         - Te he traído a mi casa ¿no te parece suficiente como declaración de intenciones? Yo no sé nada de ti y tú  fácilmente puedes sacar una idea, aunque sea equivocada, de mí. ¿Quién eres?
       - Yo he preguntado primero. Pero ya que insistes y dado que te he abordado esta noche y no te permitido ni tan siquiera el lujo de conocer mi nombre te contaré algo de mí. Pero no vas a saber cómo me llamo.
-          - Eso es básico- Exclama contrariado Él.
-          - El nombre no es más que una etiqueta. Tampoco podrás llamarme mañana pues aunque no lo creas no tengo teléfono móvil. Respondiendo a tu pregunta: Sé que tienes algo diferente, algo que no he conocido y que puede enriquecerme de algún modo. Me gustaste y por eso te he convencido para venir a tu casa sin ni tan siquiera haberte besado.
-          - Tan enigmático como triste- asume Él.

Ella se acerca y Él, con la vista fijada en una de las fotos que decoran el salón, la recibe como quien abre un regalo. “¿quien eres?” piensa Él. “soy yo” susurra Ella “la que está aquí, ahora”. Exactamente cinco minutos y cinco segundos después se encuentran en el dormitorio. Hiriéndose con los ojos. Ella se desnuda o más bien termina de desnudarse. Él dispensa caricias y gemidos. Ella se deja hacer. Él repite los ritos conocidos y, al fin ellos, dejan pasar la noche entre sudor, agujetas en las pestañas y duchas de medianoche. Sin darse cuenta  se les hace de día. Él se anima a mostrarle a Ella algo realmente profundo de Él y leerle un poema. Justo en ese momento ambos se adentran en un sueño tranquilo y reparador.

Él despierta con resaca pero con una estúpida sonrisa mordiéndole la cara. “Esta noche, mejor decir esta mañana, no ha habido pesadillas”. Mecánicamente mira qué hora es en su teléfono móvil. Las cuatro de la tarde. Busca la espalda de Ella para guarecer su pecho pero recibe vacío. Sin embargo se da cuenta que el bloc de notas que tiene en la mesilla de noche está abierto por la mitad  con una hoja arrancada apresuradamente, como si quién la hubiera desgajado del cuaderno no quisiera hacer ruido pero tuviera demasiada prisa. Cinco horas y cincuenta minutos después Él recibe una llamada. Comprueba que quien le llama se identifica como “número privado”. Descuelga pero no habla. Habla Ella.
-         
          - Parece que el bar de ayer tenía buena música. Esta noche creo que cambiaré de principios y repetiré-

Ella cuelga. Él sonríe, lo sabía. Se despereza y salta de la cama para arreglarse. Come algo, cambia las sábanas, recorta su barba, se acerca al armario. Compra una botella de ron en el chino de la plaza a un precio abusivo. Está listo. Coge el coche y pone la misma canción que hace cinco semanas y seis días sonaba en el bar cuando Ella se acercó, sin Él apenas notarlo, tomó una de sus muñecas (las de Él) y le dijo: “No me conoces y no me conocerás pero esta noche me llevarás a tu casa, posiblemente me harás el amor o follaremos, intentarás indagar sobre mí, me harás preguntas pero no responderé.  Solo quiero que sepas que mañana no estaré aquí, ni pasado porque puede que ni tan siquiera esté ahora”

-          Al menos en eso no ha cumplido- masculla Él contrariado intentando elegir una camisa.

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