martes, 23 de noviembre de 2010

DE NUEVOS CAMINOS A CASA



Las nuevas rutinas me han brindado nuevos hábitos. No sé si mejores para el alma o para el cuerpo. Ignoro si a la larga esta inédita perspectiva de mí alrededor me proporcionará consuelo. El caso es que he descubierto cosas de mi mismo que hasta hace unos meses ignoraba, tal vez deliberadamente. He descubierto que me gusta asomarme al balcón y fantasear con las rutinas de la gente que espera, paciente, el autobús que impuntualmente se detiene en la puerta de casa. Que la verdura además de ser beneficiosa para mi maltratado organismo, siempre por decisión propia, es deliciosa y puede ser cocinada de infinidad de maneras. Que tanto el cariño como el desprecio se ocultan en los soportales de esta ciudad que después de casi veinticinco años no consigo hacer mía. Que aun a pesar de ser un completo desastre mucha gente me considera un modelo con lo cual he comprobado que mi disfraz es mejor de lo que imaginaba.
 He vuelto a leer mientras paseo, costumbre esta que tenía abandonada en el olvido desde hace un par de años, y además me he sorprendido ante el encanto que tiene hacerlo al anochecer. Leer bajo la luz de los semáforos, al amparo de las farolas titineantes de camino a casa, sin pararme excepto en los pasos de cebra (y solamente por una cuestión de básico civismo). Leer casi a oscuras es de veras leer para uno mismo. La gente se extraña, me mira perpleja. Las nuevas rutinas me han obligado a tomar nuevos caminos de vuelta a casa y en ellos descubro nuevas caras. Rostro vagamente familiares que pasarán a formar parte de mi estravagario personal. He descubierto que disfruto siendo excesivamente educado con los hostiles. Que una mano en el hombro, un apretón de manos pueden curar tanto como la mejor de las terapias. He confirmado el poder sanador de un abrazo que es dado o recibido sin pedirlo. Que las cicatrices también tienen su cometido. Que dormir no tiene que ser tan complicado aunque soñar se convierta en una hazaña tortuosa especialmente cuando recuerdo lo soñado. He confirmado que hay contadas personas que acompañarán mis pasos incondicionalmente aunque cualquier camino he de recorrerlo a solas. Me he aseverado en la trinchera de estar vivo aunque duela. Aunque no sobren las ganas. Aunque dude de cuánto tiempo más mi disfraz podrá sustentarse.

1 comentario:

  1. Soñar es una hazaña, sí señor. Entregarse a los brazos de Morfeo sin saber lo que nos deparará el subconsciente cruel.

    Bienvenido a la blogosfera. Ya tienes una fan :D

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